Envejecer
- te dije –
no es sino perder
dulzura.
Y con cada reencuentro
a lo largo
del camino
volvemos a humedecer
el alma
con dulce
de querernos
y de este modo
estamos
insubordinando
el tiempo.
Borrando
con los dedos
sus rasguños
conjurando
las sales
que hacen
de los hombres
viejos.
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